Tlaxcala, un trueque de ambición entre Ricardo Monreal y Ana Lilia Rivera

Ricardo Monreal, aprovechando su poder, intercambia favores políticos a costa de la ética, asegurando su supervivencia en la política.

Gilberto Cisneros

12/3/20242 min read

Si hay un nombre que resuma la hipocresía y el oportunismo en el corazón de la 4T es Ricardo Monreal. El hombre que pretendió ser el mesías de la oposición, pero que en su danza de ambición, cambió su destino para jugar en las filas del mismo régimen que tanto criticó. Lo que acaba está haciendo con Ana Lilia Rivera es de pésima calidad moral: la infla como agradecimiento de haber atacado a la entonces corcholata, hoy presidenta de la República, Claudia Sheinbaum. Un último ejemplo de su capacidad para traicionar todo principio por su ansiada ambición personal.

Monreal ha logrado ser un experto en hacer piruetas políticas que harían sonrojar a cualquier personaje de novela. El morenista vive a gusto en la cama de Morena, haciendo pactos oscuros a escondidas y nadie le pone un alto a sus acciones perversas y contrarias a lo que pregonan los morenistas. Esta última movida con Ana Lilia Rivera no es más que un canje descarado. ¿Una candidatura estatal es el precio por haber apoyado las aspiraciones presidenciales de Monreal? Nada menos que el futuro político de Tlaxcala. A cambio de su respaldo en la lucha contra Claudia Sheinbaum, el hombre que se dice defensor de la justicia y la transparencia, le asegura el camino para ser la única opción en las elecciones de 2027 en su estado.

Esto no es algo nuevo para Monreal. A lo largo de los años, ha demostrado ser un auténtico maestro en la artimaña y la manipulación. Nadie sabe qué es más impresionante: su capacidad para aliarse con aquellos a los que previamente criticaba, o su habilidad para cambiar de bando en el momento justo para salvar su pellejo. Y como buen convenenciero, se disfraza de víctima cuando las circunstancias se ponen difíciles, alegando que es incomprendido por el sistema o que la política le exige tomar decisiones difíciles. ¡Cuánta ironía! El mismo hombre que fue incapaz de mantenerse firme en sus convicciones y que fue vapuleado por la base social morenista, ahora es protagonista de la Cuarta Transformación.

Es evidente que Monreal es un personaje nefasto, dispuesto a usar cualquier recurso para mantenerse en el poder. Y si no hay principios o ideología de por medio, mucho mejor. Al final, lo único que le interesa es perpetuarse en una posición que le asegure la comodidad. Las necesidades del país o las demandas de la ciudadanía son solo distracciones temporales para alguien que ya sabe cómo jugar su carta: la negociación constante, la traición velada y, sobre todo, la ambición desmedida. Y claro, la 4T le da cabida a este tipo de personajes. En una administración que se supone combate la corrupción, Monreal es uno de los peores exponentes del pragmatismo político.

Lo que está sucediendo en Tlaxcala no es un simple juego de poder local. Es un claro reflejo de la manera en que la 4T permite que este tipo de negociaciones corruptas, sin ningún tipo de escrúpulos, se sigan llevando a cabo. Porque, en el fondo, para Monreal y su comparsa, todo tiene un precio.